De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas – ONU – «el impacto de la violencia de género puede ser tanto inmediato como de largo alcance e incluye múltiples consecuencias físicas, sexuales, psicológicas e incluso mortales, para mujeres y niñas. Afecta negativamente el bienestar de las mujeres e impide su plena participación en la sociedad. Además de tener consecuencias negativas para las mujeres, la violencia también impacta su familia, comunidad y el país».
La violencia de género no es un tema nuevo. Sin embargo es un tema al que cada día se le pone más atención y eso, sin duda, resultará en beneficio de la sociedad en general.
En lo personal, considero que la violencia contra cualquier persona, debe primero observarse desde la parte emocional. La violencia es la manifestación de profundos miedos, traumas, aflicciones y dolores impresos y guardados en los rincones más escondidos de la mente y del cuerpo de las personas.
Esos miedos y aflicciones al no ser tratados o no tratarlos en forma correcta, se manifiestan una y otra vez, con diferente intensidad a través de enojo, ira, gritos, manipulación, violencia física, sexual, psicológica; es decir, a través de cualquier forma expresión que llega a ser incontenible haciendo daño tanto a la persona que lo siente y ejecuta como a quien lo recibe.
Mujeres y hombres tenemos la responsabilidad y el derecho de exigir respeto, pero no siempre sabemos cómo o no nos atrevemos a hacerlo. Y es que en muchos casos hace falta recuperar la confianza en uno mismo, reconocer nuestro propio valor, conocer nuestros propios límites, respetarlos y pedir a los demás que también lo hagan. Conocer qué es lo que nos causa miedo o dolor, sanar heridas pasadas y traumas que nos hacen reaccionar en lugar de responder es un camino poderoso para recuperar nuestra propia valía.
Cuando nos reconocemos como seres valiosos entonces reconocemos el valor de los demás. Y así es que comenzamos a respetarnos y respetamos a todos quienes nos rodean, acompañan e incluso a quienes no conocemos. Por ello es tan importante trabajar en uno mismo, en liberar emociones y sanar heridas en forma tal que no nos cause daño a nosotros ni a ninguna otra persona.
Una vez reconociendo que tenemos emociones estancadas sin atender podemos aprender a no juzgar a quien también reacciona desde lo más recóndito de su oscuridad. Así mostramos respeto: no juzgando las acciones de los demás, pues no sabemos donde nacen y qué las causan.
Y es que somos responsables de nuestras emociones y de sus consecuencias. No podemos escondernos en las sombras del dolor y del miedo y actuar como crueles inquisidores y justicieros. Al hacerlo sólo manifestamos es cuán dolidos y asustados nos encontramos; proyectamos nuestro sentir a través de las palabras que lanzamos pretendiendo agredir a los otros.
Aprendamos a respetarnos a nosotros mismos conociéndonos y aceptándonos. Respetemos nuestro dolor y nuestro miedo y trabajémoslos para liberarnos de ellos. Para que no nos controlen ni nos sigan haciendo daño. Hagámosle frente a la vulnerabilidad que el dolor y miedo nos representa, creciendo como personas al reconocerla y abrazarla, tomando el control sobre ella y no permitiendo que la vulnerabilidad dirija nuestras acciones y vida. Solo así podremos respetarnos y respetar a los demás. Así que #VámonosRespetando.